Había una vez una chica que conoció a un chico, su alma gemela. Eran tal para cual, o al menos eso pensaba ella. Todo era muy bonito, romántico, la ilusión iluminaba su vida... hasta que todas las charlas se convertían en discusiones. Empezaron a aparecer gustos diferentes, ideas y mentalidades distintas, tanto, que chocaban como si te estuvieran frotando continuamente las venas con un papel de lija.
Todos los días, un drama nuevo, algo nuevo por lo que discutir. Amanece, y lo único que quiere es que todo cambie, que todo vuelva a ser como al principio, pero no es así. A veces, tenía miedo a lo que le deparaba el mañana, y eran tantas las discusiones, que callaba, con tal de que llegara el día siguiente y las cosas se arreglaran solas. Eran tantas las lágrimas derramadas y el profundo dolor en el pecho, que de la costumbre a que estuvieran presentes se hicieron íntimas amigas y salían a bailar, bajo la luz de la luna, casi todas las noches.
Pero a pesar de todo, ahí estaba ella, enamorada perdidamente de una persona que le hizo perder el norte, sus principios, sus valores, sus manías... todo por complacerle, y no terminar en otra interminable guerra de miradas asesinas y palabras que te rompen el corazón a pedazos.
Y cuando se dio cuenta de todo el daño, quiso salir de aquellas ruinas que la estaban destruyendo, durante mucho tiempo, pero no pudo. Tardó demasiado. En aquel momento estaba muy lejos de quien ella era realmente, porque conforme ese amor avanzaba, cada día perdía más su esencia, hasta que la perdió por completo. Su sonrisa incluso ya no era la misma.
Pero el día que menos lo esperaba, supo ser valiente, hacer frente a los problemas, darse cuenta de que aquello era insano para si misma y que la estaba consumiendo. Costó mucho, pero consiguió salir de aquella telaraña en la que estaba enredada.
Desde entonces ha estado un poco perdida, vagando por calles desconocidas, aunque algunas le sonaban de vista. Se prometió a si misma cuidarse, quererse, respetarse, confiar en ella como nunca lo habían hecho, pero había perdido tanto, que resultaba muy difícil. Hasta que apareció.
Alguien que la escuchaba, alguien que pensaba que se le veía muy bonita por fuera para tantas guerras que había pasado. Alguien que la comprendía, que estaba ahí día a día, conversando con ella, escuchando todos sus melodramas, para luego acabar entre los dos riéndose de ellos. Alguien que le abrió lo ojos y le hizo recuperar esa confianza que le faltaba y poco a poco volvió a quererse tal y como era. Alguien a quien ella sentía que le importaba y le apreciaba tal como era, con sus defectos y virtudes.
Y por tí, recuperé todas las cosas que me faltaban. Y no me queda otra que agradecértelo eternamente; por devolverme a la vida y devolverme la persona que era. Por hacerme recuperar la ilusión.
Moraleja: Nunca pierdas tu esencia, nunca pierdas quien verdaderamente eres. Quien te quiera de verdad te aceptará como eres, da igual las condiciones. Pero para que te quieran, tienes que empezar por quererte a ti misma.