lunes, 15 de octubre de 2018

Personas inesperadas.

Bala perdida. Así se ha encontrado durante estos meses. Disfrutando de cada pequeño momento y a la vez arrepintiéndose de muchos fallos que ha cometido y de los cuales se arrepiente. No tenía apenas ilusión por nada, su corazón se había vuelto de hielo. Hasta que un día apareció. Una persona que cada vez que la miraba, hacía que temblara cada minúscula parte de su cuerpo, alguien que le quitó los miedos de un plumazo. 

Alguien que fue quitando capas a ese corazón tan protegido del mundo y que dejó que le enseñara lo mejor de ella, alguien que sacó su parte mas sensible y poeta. Con quien el tiempo pasaba tan sumamente rápido, que su único deseo era que el tiempo se callara por un rato, y que se quedara congelado para poder disfrutar lo máximo posible ese momento. Alguien que le hizo tener otra perspectiva distinta acerca de las mismas cosas, alguien que le hacía sonreír tanto, que a veces incluso le dolía la cara de tanta risa. 

Y se muere de ganas de decirle que no le apetece otra persona que no sea el, que se muere por perderse de su mano por cualquier cuidad, comer en cualquier sitio recomendado que seguro que al final no es tan bueno como decían, besarse en cada esquina de cada calle, y que la noche se ponga celosa de lo que disfrutan los dos de su simple compañía. Que solo las cuatro paredes de la habitación de un hostal de mala muerte, sea la testigo de lo que sólo ellos dos saben y el resto ni siquiera se imagina. Y que la cama con él no tenga lados. Hacerlo inolvidable.

Y puede que algún día llegue ese momento, pero mientras tanto, lo único que sabe es que está tan jodidamente bien con él, que no quiere que acabe nunca. Y que ojala nunca se vaya. Porque lo conoció como a otro cualquiera, y ahora es alguien que quiere que esté siempre. Terminó siendo una persona inesperada, que llegó posiblemente cuando más lo necesitaba. Y eso, eso no se puede explicar con palabras.


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